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La literatura española se ha caracterizado por una vasta producción poética a lo largo de los siglos. Esta tendencia continúa en la actualidad; fundamentalmente como consecuencia de la contribución de una nueva generación de poetas surgidos en la posguerra, en particular en las décadas de los años sesenta y ochenta del siglo veinte.
A partir de 1960, los poetas españoles decidieron volver a enfocarse en la forma, que había sido dejada de lado por las corrientes anteriores, y combinaron una gran diversidad de estilos con temáticas relacionadas con los fenómenos de la cultura masiva y popular.
La libertad formal, el uso del simbolismo y las referencias a los medios de comunicación, fueron los puntos más relevantes de la obra de los "novísimos", como se conoció a los representantes del movimiento. Entre ellos, José María Álvarez y Félix de Azúa, dos de los poetas más destacados de ese período.
Con la llegada de los años ochenta, la poesía contemporánea española dio un nuevo giro, para dejar atrás los principios de los novísimos y poner el énfasis en aspectos figurativos y metafísicos. Esto como una forma de escapar a los cánones de una sociedad cada vez más uniforme y conformista.
Los poetas del período se valieron de todas las herramientas estilísticas para diferenciarse y marcar disidencias. Antonio Enrique, José Lupiañez y Fernando de Villena se constituyeron como referentes de esta corriente de estilo, que continuaría inspirando el trabajo de los poetas españoles en las dos décadas siguientes.